sábado, 5 de septiembre de 2009

"El vampiro de la gruta" (Decimoquinta Entrega)


Leonardo se quedó sin habla. Lo que había escuchado le daba vueltas en la cabeza. Pero un concepto por sobre todos los demás atrajo su atención: inmortal.
Sería cierto, o este sujeto era tan solo un chiflado? Su comportamiento ciertamente no era el de alguien alienado. Demostraba una fortaleza de carácter y seguridad de si mismo obvias. Pero, sería cierto?
"- Seguramente tendrás muchas preguntas para hacer. No quisiera que te quedes con ninguna duda. Anda, pregunta lo que quieras, pregunta!"
No sabía por donde comenzar. Todo le resultaba tan irreal, tan increíble.
Comenzó por lo primero que le vino a la mente: "- De donde dijo que venía usted?"
"- De Valaquia, en Rumania. Es de donde mi ya desaparecido señor era originario. Has oído hablar de la Orden del Dragón?"
"- No, en absoluto."
"- Pues ciertamente mi pregunta no podría tener otra respuesta. Prácticamente nadie fuera de la Orden la conoce."
"- Entonces..." dijo con tono inquisitivo Leonardo.
El extranjero se levantó y adoptó una postura de dignidad, como si fuera a pronunciar un importante discurso.
"- Lo que te contaré, será todo lo que necesitas saber sobre el comienzo de nuestra estirpe."
Y así comenzó su relato:
"- Mi familia, los Musat, hemos sido fieles servidores del Príncipe Vlad Draculea de Valaquia. El Príncipe Vlad, el azote de los turcos, el último líder de la Orden del Dragón.
Antes de partir hacia su última batalla, mi señor me confió su plan secreto. Sabía que la suerte estaba echada y que ya no podría derrotar una vez más a las huestes de Mehmed II, el Conquistador de Constantinopla. A pesar de la superioridad numérica de sus ejércitos, el sultán había sido humillado demasiadas veces y mi príncipe sabía que en su derrota no se le concedería misericordia alguna. Los tormentos que mi señor había inflingido a los prisioneros turcos debilitaron la moral del sultán, quien dejó la campaña en manos de sus subordinados y regresó a Estambul. Pero al retirarse también dejó una orden estricta: quería que la cabeza del príncipe Vlad le fuera enviada en una bandeja.
La noche previa a la batalla mi señor me llamó y me dio su última orden para mí. Me pidió que reuniera a una docena de guerreros de mi más absoluta confianza y que con este grupo tomaríamos parte en la batalla ante una única eventualidad. Recuerdo sus palabras como si las hubiera escuchado hace tan solo un momento. Me dijo, que si lo viéramos caer víctima del acero otomano, no deberíamos permitir que capturen su cadáver. Su cuerpo debía ser recuperado en una sola pieza. Me tomó firmemente de ambos hombros y mirándome fijamente a los ojos me dijo '- Solo así podré regresar del más allá; si Dios todopoderoso me abandona cuando estoy defendiendo su reino de sus enemigos, pues entonces yo renunciaré al reino de los cielos y regresaré de la muerte para vengarme!'"
El extranjero ahora caminaba alrededor del extremo de la larga mesa. Hablaba y gesticulaba apasionadamente.
"- Al despuntar el día comenzó la batalla. Ocultos en una arbolada colina cercana vimos el combate sin poder intervenir, pues esa era la orden que me había impartido." Leonardo pudo ver que los ojos de Musat se llenaban de lagrimas "- Como combatió mi señor! Fue glorioso haberlo visto, blandiendo su espada y exterminando a los invasores otomanos con cada golpe que asestaba! Todo empapado por la sangre de sus víctimas parecía un demonio segador de toda vida!" Entonces el rostro de Boris Musat se ensombreció de repente "- Pero sucedió lo inevitable. En un momento mi príncipe quedó rodeado por un puñado de soldados turcos y uno de ellos logró darle una estocada mortal con su lanza.
Ese era nuestro momento. Nos lanzamos al galope y cruzamos rápidamente entre las líneas turcas. Luchamos breve pero salvajemente hasta que logré llegar hasta el cuerpo de mi señor. Lo cargué sobre un caballo y nuevamente en desenfrenada carrera nos abrimos paso entre el enemigo saliéndonos de la batalla.
A duras penas pudimos escapar. Los seis que quedamos con vida nos dirigimos con el cuerpo del príncipe hacia el monasterio en la pequeña isla de Snagov.
Cuando llegamos, los monjes que también habían sido comisionados por mi señor para esta tarea nos ayudaron a cruzar el cuerpo en un bote. Ya estaba cayendo el sol y se aprestaron para la ceremonia funeral que tendría lugar esa misma noche. Nosotros no podríamos presenciarla, pero como los turcos estarían tras nuestro rastro decidimos montar guardia para defender el lugar y evitar que interrumpieran la ceremonia.
La noche cayó sobre el monasterio. Pudimos ver por última vez a nuestro señor. Sus heridas habían sido lavadas y estaba vestido con unas ropas majestuosas. Los monjes se llevaron el cuerpo hacia la capilla principal, donde ya estaba preparado frente al altar el lugar de su sepultura.
Nos dispusimos en la entrada del monasterio decididos a detener a quien fuera. Un viento frío comenzó a soplar y las nubes en el cielo comenzaron a dispersarse, dejando a la vista el enorme disco de la luna. Pasaron las horas y entonces, cuando faltaba poco para el amanecer, comenzamos a escuchar el cántico de los monjes. Un coro monocorde hacía de fondo a una voz que declamaba y que por momentos parecía que impartía extrañas órdenes. Reconozco que no pude resistir la curiosidad. Dejando a mis hombres de guardia me dirigí oculto entre las sombras por un costado de la capilla. Trepando entre los bloques desparejos de las rocas que formaban el muro, pude llegar a la altura de una de las pequeñas ventanas laterales. Cuando miré hacia el interior de la capilla la escena me sobresaltó: el príncipe Vlad de Valaquia estaba parado, de espaldas al altar, mirando el lugar de su sepultura! Estaba con vida! Se acercaron un par de monjes y lo ayudaron a recostarse dentro de un ataúd. Le pusieron la tapa y lo bajaron a la pequeña bóveda frente al altar. Luego, pusieron sobre la bóveda una losa y a su vez taparon esta con una alfombra exquisita. Yo estaba atónito! Si estaba con vida por que lo sepultaban? La ceremonia parecía estar llegando a su fin y cuando los monjes se disponían a salir de la capilla, bajé silenciosamente del muro y volví a reunirme con mis hombres. Los primeros rayos del sol comenzaban a insinuarse tras las montañas cuando nos avisaron que el funeral había concluido."

Boris Musat se quedó en silencio y se sentó. Su mirada, fija en sus manos sobre la mesa y los largos cabellos ondulados cayendo a los lados de su rostro manteniéndolo en sombras.
La incredulidad de Leonardo había dado paso a la fascinación. Estaba extasiado por el relato.
"- Pero... lo sepultaron con vida? Que sucedió? No se detenga, continúe por favor!"
El extranjero levantó la vista y miró a Leonardo. La misma mirada mezcla de odio e indolencia que había percibido antes. Pero luego su rostro se relajó y comenzó a hablar de nuevo.
"- Ese día nos llegó la noticia de que los turcos estaban rastrillando la zona. Era cuestión de tiempo para que alguien que nos hubiera visto dirigiéndonos hacia el monasterio, cediera a la brutalidad otomana y hablara. Parecía que nuestra misión fracasaría a pesar de todo. No éramos suficientes para evitar que los turcos se llevaran el cadáver del príncipe Vlad y enviaran su cabeza a Estambul. Nos quedaba una única opción. Ya que con el ejército del sultán buscándonos no podíamos aventurarnos de día, esperaríamos a que cayera la noche y nos llevaríamos el ataúd con el cuerpo del príncipe a algún lugar más seguro.
Aprovechamos a descansar, aunque la visión de lo que había presenciado durante la noche no me permitió conciliar el sueño de manera continua.
Había logrado quedarme dormido cuando los monjes nos despertaron abruptamente. Los turcos estaban cruzando hacia la pequeña isla. Ya era tarde, habíamos fracasado!
Con mis hombres tomamos posiciones en la entrada del monasterio, decididos a hacer un último acto de resistencia. El sol ya se ocultaba rápidamente tras las montañas y comenzamos a divisar las antorchas del enemigo aproximándose hacia el monasterio. A último momento se me ocurrió una idea desesperada. Mientras mis hombres resistirían todo lo posible, sacaría el ataúd de mi señor y lo arrojaría a las aguas del lago. Confié mi plan al grupo y con los soldados turcos ya a la vista corrí hacia el interior. Los monjes se espantaron ante mi idea. El sonido de acero contra acero ya se podía oír en la entrada del monasterio y ante la desesperación, traté de ingresar a la capilla. Los monjes se abalanzaron sobre mí y me encontraba forcejeando con ellos cuando la horda otomana se presentó. Intenté desenfundar mi espada pero me fue imposible, ya que fui rodeado y sujetado por varios soldados de tez morena y rostros salvajes. Uno de ellos, seguramente su comandante, vociferó unas ordenes y junto con los monjes nos empujaron dentro de la capilla. Una vez adentro, miré automáticamente hacia la tumba de mi señor. Cual sería mi sorpresa al ver que la alfombra y la losa que la cubrían estaban desplazadas. El comandante turco se dirigió a las zancadas hacia la tumba y se detuvo al pie de esta. Luego de un momento, giró y me echó una mirada furiosa. Se acercó hacia mí y comenzó a gritarme, sin que yo pudiera entender una sola palabra de lo que decía. Mientras me sujetaban, me golpeó hasta casi dejarme inconsciente mientras continuaba gritándome. Me soltaron y caí al suelo de fría piedra. A pesar de que estaba totalmente desorientado, pude ver que también se la agarraron a golpes con los monjes. Salieron de la capilla a toda velocidad y por los ruidos que pude escuchar, parecía que estaban desbaratando el monasterio. Me incorporé con mucha dificultad y trastabillando caminé hasta la tumba. Me asomé a la pequeña bóveda y miré en su interior. La tapa del ataúd estaba tirada a un lado y el ataúd... estaba vacío!"

Continuará...

John Doe.

7 comentarios:

Mariano dijo...

Opa. ¿Está vivo?
Diga que se me dio por pasar y ver que estaba la luz prendida. Ya mismo me pongo al día con esta atrapante historia.

Abrazo.

Por si le siembro desconcierto, quizás el nombre Alejo le recuerde a alguien.

John Doe dijo...

Nunca tan desconcertado como para no reconocerte!
Una alegría saber de vos nuevamente!
Estuve un año ausente, pero ahora tratando de retomar de a poco el viejo hábito.

Te mando un gran abrazo!

"Long is the way and hard, that out of hell leads up to light." (John Milton - "Paradise Lost")

Anónimo dijo...

Estuve leyendo viejos posts, los debates, y mirá lo que encontré: "La cuestión es:
Es lícito y moral que un estado u organización ordene y cometa asesinatos, ya sea para salvaguardar la seguridad de sus ciudadanos o los más altos intereses nacionales, inclusive preventivamente para evitar acciones que aún no tuvieron lugar pero que se sabe resultaran en un peligro real para los bienes mencionados?
Y nosotros los individuos, podemos arrogarnos el derecho de esa 'justicia retibutiva' cuando creemos que el fin lo justifica?
Yo ya tengo mi posición tomada...
Lo debatimos cuando quieran!"

John Doe dijo...

Y...?

"Long is the way and hard, that out of hell leads up to light." (John Milton - "Paradise Lost")

Anónimo dijo...

Hablando del asunto de Blackwater!

Anónimo dijo...

Complemento al comentario anterior: el comentario es tuyo John, en uno de tus posts viejos, y me acordé del tema de Blackwater.

John Doe dijo...

Si, obvio que recordaba que era mío, pero no entendía a que venía.
Ahora si.
Pero creo que no se aplica a lo de Blackwater.
Las acciones que se le cuestionan a Blackwater tienen que ver con el uso excesivo de la fuerza y si bien hay documentados un par de casos cuestionables, debe tenerse en cuenta que estan operando en una zona de guerra y contra un enemigo que no muestra la cara y que opera ocultandose y escudandose en la población civil.

El post en aquella ocasión tenía que ver con las operaciones de asesinatos selectivos y podría incluir el debate sobre el uso de la tortura que se les presentó a los estadounidenses (viste que Obama quiere cerrar la prisión de Guantánamo y ni su propio partido le aprueba el presupuesto necesario? Como escribiera Orwell... todos los cerdos son iguales, pero algunos son más iguales que otros!)

"Long is the way and hard, that out of hell leads up to light." (John Milton - "Paradise Lost")