Para que podamos corregir nuestros errores.
jueves, 31 de diciembre de 2009
"Adios Tercer Milenio!" (Un cuento de Fin de Año)
Para que podamos corregir nuestros errores.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
"La Cigarra y la Hormiga" (El mentiroso de La Fontaine)
(Autor Anónimo)
sábado, 28 de noviembre de 2009
"El vampiro de la gruta" (Decimooctava Entrega)
Luego de una hora, Leonardo se deslizó sigilosamente en la casa de su víctima y luego en su habitación. En la oscuridad, pudo ver el cuerpo de la escritora semidesnudo que se movía al compás de la respiración. Leonardo se sentó en el borde de la cama y apartó un mechón de cabellos de la mujer dejando así el cuello a la vista. Cuando comenzó a inclinarse hacia ella, pudo oír la enérgica voz de Boris Musat:
Continuará...
domingo, 15 de noviembre de 2009
"Sit Rep (Situation Report)"
lunes, 2 de noviembre de 2009
"Las Máquinas Rotas"
domingo, 25 de octubre de 2009
"La Conversión"
John Doe.
lunes, 12 de octubre de 2009
"Día de la Raza" (Cristóbal Colón culpable?)
Uh, uh, uh! Por que tanto alboroto?
Llegó el 12 de Octubre y en gran parte de nuestro continente se festeja el "Día de la Raza".
Bueno, lo que se dice festejar es una exageración; en nuestro país estas fechas son una excusa para tomarnos el día libre o como diría el gobierno (cualquiera de los últimos) fomentar el turismo y el consumo.
Fine by me! No soy un fundamentalista en cuanto a lo que trabajar se refiere. Cumplo y sobradamente, ya que no conozco otra forma de costearme mis hobbies y llenar la heladera, pero si me dan a elegir entre tomarme un feriado para descansar o cantar odas al trabajo... no digan que no les avisé.
Pero algunas posiciones adoptadas frente al significado de esta fecha son verdaderamente reaccionarias.
Por ejemplo, en Venezuela se festeja (sic) como el "Día de la Resistencia Indígena" (sic again!)
Si Cristóbal Colón viviera y se presentara en la actualidad en algún foro continental, imagino a Chavez diciendo "huelo a azufre en este recinto!"
En realidad, lo de Venezuela refleja un criterio revisionista de buena parte del continente respecto al proceso de colonización hispánico de estas tierras y el trato que le dispensaron a los nativos de latinoamérica, como así también en los Estados Unidos y Canadá por el desplazamiento del que sus indígenas fueron objeto durante la conquista de los territorios salvajes.
A ver, a ver... como comenzó ésto?
Colón sabía que la tierra era redonda. Bueno... todo el mundo lo sabía!!!
Un tal Washington Irving, tal vez el primer biógrafo de Colón, fue el responsable de popularizar el mito de que los europeos creían que la tierra era plana. Con 175 ediciones de su libro publicadas antes de que finalizara el siglo XIX, no es de extrañar que nos lo creyéramos (es por éso que amo Internet!)
Pero joder, que nadie era tan bruto en materia de navegación en esos tiempos. Menos aún los portugueses y los españoles! El "astrolabio" era entonces y hasta la invención del "sextante", el principal instrumento de navegación y basaba su funcionamiento precisamente en el concepto de que la tierra era redonda. De hecho en el siglo 2 a.c., Eratóstenes había medido la circunsferencia de la tierra con un increíble grado de precisión.
Pero nuestro benemérito Cristóbal había asumido erróneamente una medida menor de la circunsferencia del globo terráqueo (probablemente el libro de Eratóstenes estaba agotado, je!), otorgándole a cada grado en una carta de navegación, una distancia menor en millas de la que realmente tiene. Es por éso que el Navegante Genovés estaba convencido de que el viaje hacia el oeste, a las Indias Orientales, a través del gran Mar Océano (el Atlántico) era realmente posible.
Pero el verdadero as en la manga de Colón era su conocimiento, aparentemente no difundido en su época, de la circulación de los "vientos alisios". Sin este conocimiento, inclusive un viaje de la distancia y duración del que terminó realizando en realidad, hubiera condenado a cualquiera a morir de hambre y de sed (calláte y seguí remando!)
Cristóbal Colón presentó su proyecto a las cortes de Portugal y luego a la de los reyes católicos de España. En ambos casos un comité dictaminó lo que todos, menos Colón, parecían saber: que la distancia a Asia había sido mal calculada y juzgada demasiado corta. No obstante, con la intención de evitar que Colón llevara su proyecto a otro lado y para mantener las opciones abiertas, los reyes católicos le otorgaron una renta anual importante para mantenerlo atado.
Cuando los reyes católicos conquistan Granada, el último baluarte musulmán en la península ibérica, el reino español se encuentra en una virtual bancarrota. Con Cristóbal Colón aún merodeando, la expedición comienza a tomar forma.
Y aquí es donde retomamos el eje central de este post.
Que no quede ninguna duda: la expedición de Cristóbal Colón y que dio como resultado el descubrimiento de nuestro continente fue desde el principio y a toda luz una empresa comercial.
Financiada a medias por inversionistas privados italianos y por los reyes católicos españoles, estos últimos desesperadamente necesitados de volver a llenar las maltratadas arcas reales, la principal y tal vez única motivación de la empresa fue la de obtener ganancias económicas!
Y aquí podemos utilizar la palabra empresa en su acepción más amplia, ya que la negociación de los términos del contrato entre Colón y los reyes católicos contemplaba las principales posibilidades de usufructo y reparto de los beneficios a obtener.
Y entre estos, como cualquier otro commodity que se encontró en el Nuevo Mundo, estaban los nativos.
Algunas fuentes de investigación consideran a Cristóbal Colón directamente responsable de la muerte de entre 1 y 3 millones de nativos en los primeros 15 años de colonización del Caribe.
Por ser el primer europeo en arribar al Nuevo Mundo (bueno, el primero fue en realidad Leif Ericson, un explorador nórdico que arribo al extremo norte del continente unos 500 años antes que Colón. Teniendo en cuenta como actuaban los vikingos con los pueblos conquistados, parecía que la suerte de los nativos ya estaba echada de todos modos, no?) introdujo la práctica de la esclavitud de una manera que ni los Mayas o los Aztecas se hubieran imaginado.
De todos modos, cuestionar a esta altura eventos de la historia que resultaban inevitables en el proceso del progreso económico-cultural del que hoy nos beneficiamos los occidentales me parece una cretinada hipócrita y una falta de honestidad intelectual totales.
Que pensarían si los actuales egipcios trataran de obtener una reparación por sus antepasados muertos durante la construcción de las pirámides? Realmente a nadie le importaría!
Con esto no digo que ese era el trato que merecían los nativos americanos, nada más lejos de lo que pienso. Pero esta corriente revisionista tan solo sirve para entretener a los liberales culposos que pareciera que siempre andan buscando alguna causa noble para expiar el pecado de vivir dignamente y no como en la edad de piedra.
Considero que la historia de la humanidad no siempre fue justa con todas las partes involucradas, pero no por éso siento la necesidad u obligación de disculparme por el curso que tomó la civilización occidental para traernos hasta el presente.
Con ánimos de reconciliación, Feliz Día de la Raza!
John Doe.
domingo, 11 de octubre de 2009
"El vampiro de la gruta" (Decimoséptima Entrega)
"- Luego de varios días de viaje, en parte debido a las inevitables paradas para calmar la insaciable sed de sangre del príncipe llegamos a Vienna, entonces la capital del reino de Matthias Corvinus.
El príncipe Vlad había sido prisionero del rey húngaro, pero debido a las simpatías que se había ganado entre otros líderes cristianos europeos por su fervorosa campaña contra los otomanos, Corvinus no solo debió liberarlo sino que además le permitió contraer matrimonio con su prima Ilona. El rey apenas toleraba al príncipe de Valaquia y debió haberse sentido aliviado cuando este partió de su forzada estadía en Hungría a reconquistar sus propios dominios de manos de los turcos. La noticia sobre la muerte de Vlad Draculea ya había llegado a Vienna y a pesar de su antipatía por mi señor, Corvinus lamentaba su desaparición aunque estrictamente en términos políticos y estratégicos. Obviamente que todo esto me había sido explicado por el príncipe, ya que por ese entonces yo solo era un simple soldado sin conocimiento alguno en estos temas.
Esa misma noche, mi señor partió para saciar su sed y luego para hacerle una visita al rey. Nos habíamos instalado en una residencia dentro de los muros de la ciudad y yo me quede protegiendo el lugar de descanso del príncipe. Me encontraba agotado por el largo viaje por lo que inevitablemente no tarde en quedarme dormido.
Me desperté sobresaltado por un ruido; Draculea había regresado y se encontraba furioso."
'- Ese maldito cobarde! Mercader de favores políticos! Cobarde gusano!' gritaba el príncipe.
'- Que ha sucedido mi señor?'
'- Que ha sucedido? Pues que ese estupido pretencioso casi se muere del espanto al verme aparecer en sus habitaciones y una vez que se repuso comenzó a llamar a los gritos a sus mercenarios. Tuve que despacharme a varios de ellos y ni modo de lograr hacer entrar en razones a Corvinus. Mi salida de su palacio no fue nada digna, he de reconocer, pero tampoco podía quedarme y esperar que toda la guarnición se me echara encima. Definitivamente no podremos contar con la ayuda de esa rata traidora!'
"Pasaron los días y se había establecido una rutina que casi de inmediato comenzó a resultarme insoportable. Mi príncipe salía todas las noches en busca de la preciada y necesitada sangre y yo cuidaba casi todo el tiempo del lugar, a excepción de unos momentos luego del amanecer en los que salía a la ciudad en busca de alimentos para mi persona. Cuando Draculea regresaba de sus excursiones nocturnas, si estaba de buen humor, charlábamos largamente hasta que se aproximaba el alba. Mi señor era extremadamente culto y me resultaba un placer escucharlo debatir sobre los más variados temas. Como dije, yo era simplemente un soldado pero al oír de boca del príncipe las maravillas que albergaba el mundo, un deseo irrefrenable comenzó a crecer en mi interior. Quería explorar la infinita cantidad de tesoros que la humanidad me ofrecía, más allá del umbral de la que se había convertido en una cárcel para mí. Tenia sed de conocimiento, una sed que se hacia mas acuciante con el paso de los días.
Yo conocía los estados de ánimo de mi señor y una noche que este se encontraba de buenas, probablemente por haber hecho su victima a alguna hermosa joven, me decidí a hablarle. Los sentidos de percepción dignos de un depredador del príncipe le hicieron que se me adelantase.
'– En que estas pensando mi fiel Boris? A pesar de que tratas de parecer el de siempre, tu mente esta distraída en pensamientos verdaderamente profundos. Puedo sentirlo, como puedo sentir como se acelera tu corazón mientras te digo esto.'
'- Es cierto mi señor, no podría ocultárselo por mas que quisiera. Tengo una incertidumbre muy grande. Que nos depara el futuro?'
'- A que te refieres Boris?' Su astuta mirada trataba de penetrar mi ser mas intimo. Normalmente me hubiera sentido intimidado, pero mi mente estaba guiada por ese deseo que se había enquistado irreversiblemente en mi ser. Sentía que no había vuelta atrás. Quería la libertad!
'- Mi señor, le suplico humildemente que me releve de las tareas presentes!'
'- Pero Boris, sabes que eres la única persona en este mundo en la que puedo confiar para tal tarea!'
'- Lo se mi príncipe. Yo soy un simple soldado y siempre me sentí orgulloso de cumplir con mis tareas como tal, pero ahora no siento lo mismo. Me siento honrado de servir bajo sus ordenes, de haber combatido a su lado a los herejes otomanos, pero…'
'- Pero?'
'- Pero gracias a usted ahora se que el mundo es tan vasto que quisiera conocerlo, que quisiera disfrutar de todas sus maravillas, de todos los conocimientos que encierra!'
Se me quedo mirando fijamente. Yo esperaba una de sus típicas explosiones de furia. Pero no. Me sorprendió con una mirada llena de humanidad y compasión, cualidades que pocas veces había visto yo en este hombre duro y cruel. Y ahora que ni siquiera era un hombre si no un demonio en busca de venganza, lleno de resentimiento por sentirse abandonado por la fe que defendió con tanto fervor, me miraba con satisfacción sana. O éso yo creía.
'- Boris, mi querido Boris. Creo que después de todo tendré arreglármelas sin ti! Pero mis razones son egoístas. Te concederé lo que me pides. Pero te concederé mas aun, te obsequiare el medio para que el mundo no te mezquine todo lo que deseas. Te obsequiare, la inmortalidad!'
Estas últimas palabras sonaron a mis espaldas. Sentí como sus colmillos se clavaban en mi carne. Y luego, la noche eterna me cubrió con su manto."
Me levante de la silla y comencé a estirarme. Hacia ya rato que el extranjero había iniciado su relato pero lo vertiginoso e increíble de los eventos que relataba, me hacían parecer que solo habían transcurrido minutos.Boris Mussat también se levanto y comenzó a caminar pausadamente con las manos a sus espaldas.
"- Entonces así fue como se convirtió en… un vampiro?"
"- Así es mi joven amigo."
"- Y cuando dice que sucedió esto?"
"- En el año 1476. Hace ya largo tiempo."
"- Y que ha hecho desde entonces?"
"- Inicialmente lo que me había propuesto. Viaje mucho ciertamente. Primero las grandes capitales europeas. Aprendí las lenguas más importantes para poder estudiar y comprender a la humanidad en profundidad. He pasado incontables noches en los más importantes museos y bibliotecas de Europa. Eso me llevo inevitablemente a otros lugares, otros continentes. Admiré y estudié todas las culturas y civilizaciones desde Europa, hasta el Medio Oriente y Asia.No pude evitar volver a Vienna en un momento crucial; en el año 1683 Suleyman El Magnifico fue derrotado a las puertas de la ciudad. Luego de 300 años de combates entre los reinos centro europeos y el imperio otomano, pude regocijarme viendo a los turcos ser expulsados de mi antigua patria."
"- Y Draculea? Aun se encontraba en Vienna? Volvió a verlo?"
"- Lo intente. Pero por más que me esforcé no me fue posible encontrarlo. Pero si me encontré con su prole. Lamentablemente debo decir que no eran dignos del regalo de la inmortalidad. Unos salvajes tan solo preocupados por los festines de sangre y placeres mundanos. Escuché tan solo habladurías respecto al paradero del príncipe, pero nadie parecía tener contacto con el o haberlo visto en tiempos recientes. A pesar de que me encontraba entre los de mi propia especie, no me sentía cómodo en absoluto en su compañía. Tal vez era que todo obedecía al plan original de mi señor y su intención de vengarse contra el Todopoderoso, convirtiendo a sus criaturas en bestias sedientas de sangre y no en otra cosa.
Volví a Paris donde convertí a algunos miembros de la realeza, en un ilusorio intento de tener a algunos de mi especie con quienes compartir todo lo que yo había descubierto, todos los conocimientos que había acumulado. Pero la indolente nobleza tenia ya mas en común con los vampiros que yo había encontrado en Vienna que con mis propias aspiraciones. Mi torpe experimento solo dejo como legado a tres demonios sedientos de sangre pero de gustos refinados. De cualquier manera la ciega furia Jacobina posterior a la revolución de 1789 dio cuenta de un par de ellos. El tercero desapareció, probablemente en busca de tierras más saludables y en donde aun se respetaran las prebendas a las que estaba acostumbrado. Aun no he vuelto a cruzármelo.
No debería alegrarme ya que nuestra especie es tan pequeña en número, pero el mundo no extrañará a estos ignorantes que, teniendo la eternidad por delante solo se preocupan por satisfacer sus más bajos instintos en lugar de acrecentar su sabiduría.Y es así que, en busca de sangre nueva y con renovadas esperanzas vine a estas tierras."
Me di cuenta que permanecía con la boca abierta, mirando obnubilado a este extraño que me había relatado una historia tan increíble que me hacia dudar si estaba despierto o soñando.
"- Y por que a mi?"
"- Y por que no?" me respondió el extranjero "A pesar que en primera instancia no pareces mejor que mis vampiros parisinos, no perteneces a ninguno de los extremos de la escala social y eso mi querido amigo, por ahora me parece suficiente razón a falta de otras mejores!"
"- Me siento agotado, no se que pensar!"
"- Ha sido suficiente por hoy. Mañana continuaremos. Ahora debemos ponernos a resguardo ya que pronto va a amanecer. Sígueme!"
Pasamos a una gran habitación contigua donde, una vez que la luz de las velas inundó el lugar, pude ver en el centro de la misma dos ataúdes.Así comenzó para mí, como lo llamara el extranjero, la noche eterna.
Continuará…
John Doe.
domingo, 20 de septiembre de 2009
"El vampiro de la gruta" (Decimosexta Entrega)
"- Que? Como?" Dijo Leonardo casi gritando. "- Como que vacío?"
"- Si, vacío. Como lo escucha."
"- Y... que hizo?"
"- Bueno, cuando me recobré de la sorpresa y volví a escuchar el ruido de los sarracenos revolviendo el monasterio, me di cuenta que era tal vez la única oportunidad que tenia de escapar con vida. Obviamente se habían olvidado momentáneamente de mí en su desesperación por atrapar al príncipe Vlad. Uno de los monjes me facilitó su capa y con la capucha cubriendo por completo mi cabeza me dirigí hacia la entrada principal. Ocultándome en las sombras y escurriéndome pegado a los muros, pude aprovechar la distracción de los turcos que frenéticamente iban de un lado a otro, dando vuelta todo lo que estuviera suelto y hurgando en cada recoveco. Al pasar por la entrada del monasterio pude ver los cadáveres de mis camaradas. Aferré con fuerza la daga que mi odiado enemigo no había encontrado y que en ese momento era mi única arma. Corrí lo más rápido que pude hasta que llegué a la arboleda y luego seguí corriendo sin detenerme. A cierta distancia de donde estaban los botes, ahora custodiados por los turcos, me deslicé en las aguas del lago y nadé hasta la otra orilla.
Luego de eludir a las tropas otomanas por un par de días, me dirigí primero a Bucuresti y luego de vagar sin saber que hacer, decidí volver al castillo de mi príncipe en Poenari.
Tardé varios días a través de las montañas hasta llegar a la aldea de Arefu.
Allí los aldeanos se encontraban en estado de conmoción. Cuando manifesté que me dirigía a la fortaleza del príncipe Vlad fui advertido vehementemente: "- Ahora el Diablo vive en el castillo!" Aparentemente culpaban a los ocupantes del castillo de ciertas muertes que habían ocurrido en los últimos días. Teniendo en cuenta el cruento trato que mi príncipe había dispensado a los lugareños en el pasado, no me extrañó que se refirieran al lugar en esos términos.
Descansé un par de horas y luego comencé el ascenso al castillo para llegar antes de la caída del sol.
Llegué a la cima del risco y a la entrada de la fortaleza Poenari cuando la luz del día se escurría tras las montañas. Me llamó la atención que no hubiera guardias a la vista. Ingresé y mi sorpresa continuó aumentando ya que el lugar parecía desierto. Entré a la torre principal y como el lugar ya estaba en penumbras, encendí las velas de un candelabro que encontré. Cual fue mi decepción al confirmar que el castillo estaba absolutamente deshabitado. Una larga mesa ocupaba el centro de la gran estancia. Apoyé el candelabro y me desplome sobre una de las sillas que se alineaban a los lados de la mesa. No sabia que hacer. A pesar de que el lugar estaba helado, el cansancio me fue ganando de a poco y me fui quedando dormido.
Pensé que estaba soñando y que estaba escuchando el quejido de los moribundos en la batalla, pero el sonido parecía llegarme desde un sitio más cercano que mis recuerdos. Ya no sentía frío.
Comencé a cobrar conciencia lentamente y a despertarme. Al abrir los ojos lo primero que note fue que el salón estaba iluminado por la luz de docenas de velas en candelabros ubicados aquí y allá. En uno de los extremos de la estancia un gran fuego ardía chisporroteando. Y luego lo vi a El!
Se encontraba de espaldas a mí, inclinado sobre algo. Pero pude reconocerlo porque llevaba las ropas de la ceremonia de su funeral. Entonces escuché nuevamente el quejido, un llanto apagado.
'- Mi señor, es usted?' pregunté. La figura comenzó a erguirse y a darse vuelta. Cuando se hizo a un lado pude ver que era lo que producía el llanto: una joven de negros cabellos ensortijados se encontraba en el suelo, su desnudez apenas cubierta por una sabana, sus ojos entrecerrados y un hilo de sangre que se derramaba por uno de sus hombros. Miré a la figura de pie a su lado. Si, era el príncipe Vlad Draculea, el terror de los turcos, el defensor de la cruz.
'- Bienvenido a casa mi fiel Boris!' Cuando habló pude ver que su boca estaba manchada con sangre. Se pasó el dorso de la mano limpiándose.
'- Mi señor, es usted realmente? Yo lo vi... muerto!'
'- Y ciertamente lo estuve, pero no por mucho tiempo."
'- Pero... y la ceremonia. Y cuando le sepultaron? Entonces usted estaba vivo, por que se dejó sepultar?"
'- Porque el ritual así lo requería.' Mientras me hablaba, acariciaba los negros cabellos de la joven que yacía a sus pies '- Un ritual que practicaba cierta tribu pagana de los Carpathos que se dice, tenía trato con el Diablo. Ahora gracias a ese ritual me he convertido en inmortal! Soy quien reina en la noche y mi poder no tiene limites! Y ahora me alimento de las criaturas de Dios!'
Sujetó a la joven de sus cabellos y se inclino nuevamente. La mordió a un lado del cuello y comenzó a beber de la sangre que manaba. La joven emitió nuevamente un leve quejido y su cuerpo comenzó a aflojarse. Por ultimo dejó escapar un suave sonido estertóreo y su cuerpo se relajó por completo. El príncipe Vlad se levantó y soltó el cuerpo ya sin vida de la joven.
'- Ahora hablemos de lo que nos depara el futuro!' dijo.
Y yo me quedé mirando a la joven que yacía en el suelo.
A la mañana siguiente bajé a la aldea de Arefu a ejecutar una vez más la tarea que mi señor me había encomendado. Conseguí un carro y un par de caballos. Ante la curiosidad hostil de los aldeanos, dije que debía transportar unos baúles con pertenencias del antiguo dueño del castillo a requerimiento de su familia. Los habitantes de Arefu proferían maldiciones y se persignaban, mirando temerosos pero con odio hacia la cima de Poenari: una joven de una granja cercana había desaparecido esa noche. Como hablaban de organizar una partida para salir a buscarla, decidí terminar mi comisión en la aldea y volver rápidamente. No pensaba terminar linchado por un grupo de granjeros, luego de haber evitado la muerte a manos de los turcos.
Una vez de regreso en la fortaleza, cargué el ataúd donde mi príncipe descansaba resguardándose de la luz del día. Acomodé otros baúles con sus pertenencias arriba del carro de manera que el ataúd quedara oculto a la vista y cuando estuvo todo listo partí hacia el destino que me había ordenado: Hungría, el reino de Matthias Corvinus, primo de la segunda esposa del príncipe Vlad Draculea.
Continuará...
sábado, 5 de septiembre de 2009
"El vampiro de la gruta" (Decimoquinta Entrega)
Leonardo se quedó sin habla. Lo que había escuchado le daba vueltas en la cabeza. Pero un concepto por sobre todos los demás atrajo su atención: inmortal.
Sería cierto, o este sujeto era tan solo un chiflado? Su comportamiento ciertamente no era el de alguien alienado. Demostraba una fortaleza de carácter y seguridad de si mismo obvias. Pero, sería cierto?
"- Seguramente tendrás muchas preguntas para hacer. No quisiera que te quedes con ninguna duda. Anda, pregunta lo que quieras, pregunta!"
No sabía por donde comenzar. Todo le resultaba tan irreal, tan increíble.
Comenzó por lo primero que le vino a la mente: "- De donde dijo que venía usted?"
"- De Valaquia, en Rumania. Es de donde mi ya desaparecido señor era originario. Has oído hablar de
"- No, en absoluto."
"- Pues ciertamente mi pregunta no podría tener otra respuesta. Prácticamente nadie fuera de
"- Entonces..." dijo con tono inquisitivo Leonardo.
El extranjero se levantó y adoptó una postura de dignidad, como si fuera a pronunciar un importante discurso.
"- Lo que te contaré, será todo lo que necesitas saber sobre el comienzo de nuestra estirpe."
Y así comenzó su relato:
"- Mi familia, los Musat, hemos sido fieles servidores del Príncipe Vlad Draculea de Valaquia. El Príncipe Vlad, el azote de los turcos, el último líder de
Antes de partir hacia su última batalla, mi señor me confió su plan secreto. Sabía que la suerte estaba echada y que ya no podría derrotar una vez más a las huestes de Mehmed II, el Conquistador de Constantinopla. A pesar de la superioridad numérica de sus ejércitos, el sultán había sido humillado demasiadas veces y mi príncipe sabía que en su derrota no se le concedería misericordia alguna. Los tormentos que mi señor había inflingido a los prisioneros turcos debilitaron la moral del sultán, quien dejó la campaña en manos de sus subordinados y regresó a Estambul. Pero al retirarse también dejó una orden estricta: quería que la cabeza del príncipe Vlad le fuera enviada en una bandeja.
La noche previa a la batalla mi señor me llamó y me dio su última orden para mí. Me pidió que reuniera a una docena de guerreros de mi más absoluta confianza y que con este grupo tomaríamos parte en la batalla ante una única eventualidad. Recuerdo sus palabras como si las hubiera escuchado hace tan solo un momento. Me dijo, que si lo viéramos caer víctima del acero otomano, no deberíamos permitir que capturen su cadáver. Su cuerpo debía ser recuperado en una sola pieza. Me tomó firmemente de ambos hombros y mirándome fijamente a los ojos me dijo '- Solo así podré regresar del más allá; si Dios todopoderoso me abandona cuando estoy defendiendo su reino de sus enemigos, pues entonces yo renunciaré al reino de los cielos y regresaré de la muerte para vengarme!'"
El extranjero ahora caminaba alrededor del extremo de la larga mesa. Hablaba y gesticulaba apasionadamente.
"- Al despuntar el día comenzó la batalla. Ocultos en una arbolada colina cercana vimos el combate sin poder intervenir, pues esa era la orden que me había impartido." Leonardo pudo ver que los ojos de Musat se llenaban de lagrimas "- Como combatió mi señor! Fue glorioso haberlo visto, blandiendo su espada y exterminando a los invasores otomanos con cada golpe que asestaba! Todo empapado por la sangre de sus víctimas parecía un demonio segador de toda vida!" Entonces el rostro de Boris Musat se ensombreció de repente "- Pero sucedió lo inevitable. En un momento mi príncipe quedó rodeado por un puñado de soldados turcos y uno de ellos logró darle una estocada mortal con su lanza.
Ese era nuestro momento. Nos lanzamos al galope y cruzamos rápidamente entre las líneas turcas. Luchamos breve pero salvajemente hasta que logré llegar hasta el cuerpo de mi señor. Lo cargué sobre un caballo y nuevamente en desenfrenada carrera nos abrimos paso entre el enemigo saliéndonos de la batalla.
A duras penas pudimos escapar. Los seis que quedamos con vida nos dirigimos con el cuerpo del príncipe hacia el monasterio en la pequeña isla de Snagov.
Cuando llegamos, los monjes que también habían sido comisionados por mi señor para esta tarea nos ayudaron a cruzar el cuerpo en un bote. Ya estaba cayendo el sol y se aprestaron para la ceremonia funeral que tendría lugar esa misma noche. Nosotros no podríamos presenciarla, pero como los turcos estarían tras nuestro rastro decidimos montar guardia para defender el lugar y evitar que interrumpieran la ceremonia.
La noche cayó sobre el monasterio. Pudimos ver por última vez a nuestro señor. Sus heridas habían sido lavadas y estaba vestido con unas ropas majestuosas. Los monjes se llevaron el cuerpo hacia la capilla principal, donde ya estaba preparado frente al altar el lugar de su sepultura.
Nos dispusimos en la entrada del monasterio decididos a detener a quien fuera. Un viento frío comenzó a soplar y las nubes en el cielo comenzaron a dispersarse, dejando a la vista el enorme disco de la luna. Pasaron las horas y entonces, cuando faltaba poco para el amanecer, comenzamos a escuchar el cántico de los monjes. Un coro monocorde hacía de fondo a una voz que declamaba y que por momentos parecía que impartía extrañas órdenes. Reconozco que no pude resistir la curiosidad. Dejando a mis hombres de guardia me dirigí oculto entre las sombras por un costado de la capilla. Trepando entre los bloques desparejos de las rocas que formaban el muro, pude llegar a la altura de una de las pequeñas ventanas laterales. Cuando miré hacia el interior de la capilla la escena me sobresaltó: el príncipe Vlad de Valaquia estaba parado, de espaldas al altar, mirando el lugar de su sepultura! Estaba con vida! Se acercaron un par de monjes y lo ayudaron a recostarse dentro de un ataúd. Le pusieron la tapa y lo bajaron a la pequeña bóveda frente al altar. Luego, pusieron sobre la bóveda una losa y a su vez taparon esta con una alfombra exquisita. Yo estaba atónito! Si estaba con vida por que lo sepultaban? La ceremonia parecía estar llegando a su fin y cuando los monjes se disponían a salir de la capilla, bajé silenciosamente del muro y volví a reunirme con mis hombres. Los primeros rayos del sol comenzaban a insinuarse tras las montañas cuando nos avisaron que el funeral había concluido."
Boris Musat se quedó en silencio y se sentó. Su mirada, fija en sus manos sobre la mesa y los largos cabellos ondulados cayendo a los lados de su rostro manteniéndolo en sombras.
La incredulidad de Leonardo había dado paso a la fascinación. Estaba extasiado por el relato.
"- Pero... lo sepultaron con vida? Que sucedió? No se detenga, continúe por favor!"
El extranjero levantó la vista y miró a Leonardo. La misma mirada mezcla de odio e indolencia que había percibido antes. Pero luego su rostro se relajó y comenzó a hablar de nuevo.
"- Ese día nos llegó la noticia de que los turcos estaban rastrillando la zona. Era cuestión de tiempo para que alguien que nos hubiera visto dirigiéndonos hacia el monasterio, cediera a la brutalidad otomana y hablara. Parecía que nuestra misión fracasaría a pesar de todo. No éramos suficientes para evitar que los turcos se llevaran el cadáver del príncipe Vlad y enviaran su cabeza a Estambul. Nos quedaba una única opción. Ya que con el ejército del sultán buscándonos no podíamos aventurarnos de día, esperaríamos a que cayera la noche y nos llevaríamos el ataúd con el cuerpo del príncipe a algún lugar más seguro.
Aprovechamos a descansar, aunque la visión de lo que había presenciado durante la noche no me permitió conciliar el sueño de manera continua.
Había logrado quedarme dormido cuando los monjes nos despertaron abruptamente. Los turcos estaban cruzando hacia la pequeña isla. Ya era tarde, habíamos fracasado!
Con mis hombres tomamos posiciones en la entrada del monasterio, decididos a hacer un último acto de resistencia. El sol ya se ocultaba rápidamente tras las montañas y comenzamos a divisar las antorchas del enemigo aproximándose hacia el monasterio. A último momento se me ocurrió una idea desesperada. Mientras mis hombres resistirían todo lo posible, sacaría el ataúd de mi señor y lo arrojaría a las aguas del lago. Confié mi plan al grupo y con los soldados turcos ya a la vista corrí hacia el interior. Los monjes se espantaron ante mi idea. El sonido de acero contra acero ya se podía oír en la entrada del monasterio y ante la desesperación, traté de ingresar a la capilla. Los monjes se abalanzaron sobre mí y me encontraba forcejeando con ellos cuando la horda otomana se presentó. Intenté desenfundar mi espada pero me fue imposible, ya que fui rodeado y sujetado por varios soldados de tez morena y rostros salvajes. Uno de ellos, seguramente su comandante, vociferó unas ordenes y junto con los monjes nos empujaron dentro de la capilla. Una vez adentro, miré automáticamente hacia la tumba de mi señor. Cual sería mi sorpresa al ver que la alfombra y la losa que la cubrían estaban desplazadas. El comandante turco se dirigió a las zancadas hacia la tumba y se detuvo al pie de esta. Luego de un momento, giró y me echó una mirada furiosa. Se acercó hacia mí y comenzó a gritarme, sin que yo pudiera entender una sola palabra de lo que decía. Mientras me sujetaban, me golpeó hasta casi dejarme inconsciente mientras continuaba gritándome. Me soltaron y caí al suelo de fría piedra. A pesar de que estaba totalmente desorientado, pude ver que también se la agarraron a golpes con los monjes. Salieron de la capilla a toda velocidad y por los ruidos que pude escuchar, parecía que estaban desbaratando el monasterio. Me incorporé con mucha dificultad y trastabillando caminé hasta la tumba. Me asomé a la pequeña bóveda y miré en su interior. La tapa del ataúd estaba tirada a un lado y el ataúd... estaba vacío!"
Continuará...
John Doe.